En
algunas ocasiones, afortunadamente
muy aisladas, he tenido la mala suerte de ser criticado por la
forma y concepción de
mis trabajos en lo que a poesía se refiere, volcados en
los foros internacionales de literatura, en donde tengo la suerte
y el honor de poder intervenir.
Dichas críticas,
originadas por quienes no están realmente capacitados desde
el punto de vista técnico y académico (y muchos
menos especializado), vienen orientadas al tema de la interrupción
abrupta del ritmo, escencial en la disposición del verso
libre, observadas en algunos de mis poemas encuadrados en ese
tipo.
Debo decir que
algunas de esas expresiones, emanadas de quienes no portan el
conocimiento ni la sensibilidad necesaria para desarrollar una
crítica de ese tipo, a veces me sorprenden y en la mayoría
de los casos me abruman y terminan (para ser sincero) poniéndome
de mal humor, dando rienda suelta, en última instancia,
a mi rebeldía contra los bien llamados (despectivamente)
«críticos de la nueva escuela del 2000».
Algunas de las
críticas a que me refiero, llevan expresiones como la siguiente:
«Se puede comprobar que, en algunos casos, se rompe abruptamente
el ritmo y, en consecuencia, la armonía estética
y musical del verso, con lineas aisladas de medida un poco inferior
al resto del poema».
Todo esto me pone
finalmente en la obligación de ahondar en el tema, a fin
de despejar las dudas que puedan tener al respecto los "instruídos"
y los neófitos en la materia.
Cuando se habla
de verso libre —como el rótulo lo sugiere— no existe la
obligación de cumplir con la estricta regla de observar
la medida —como en el caso del verso clásico, de medida
y rima obligada—, aunque sí es necesario —y hasta imprescindible,
diría yo— observar la continuidad del ritmo. En caso contrario,
no existirían diferencias apreciables entre el verso y
la prosa, ya que el verso sin ritmo se convertiría entonces
en prosa disfrazada de verso.
Por otro lado,
tampoco es cierto que la medida de los versos tenga que ser pareja
para que no rompa el ritmo. Cuando se habla de ritmo, lo que importa
es observar una sola y simple regla, infaltable en este caso:
la acentuación. Y no tiene nada que ver con ello el uso
obligado de la métrica, ya que ésta no establece
ni garantiza el buen empleo de la acentuación en un verso.
Es así como
un poema compuesto de versos endecasílabos (un soneto,
por ejemplo) puede tener ausentes las acentuaciones en la cuarta,
sexta u octaba sílabas, cayendo estas en cualquiera de
las sílabas impares, lo que lo dejaría falto de
ritmo (aunque observara su medida), y por lo tanto imperfecto,
ya que un soneto debe cumplir, obligatoriamente, todas estas reglas.
Por otro parte,
un poema libre, elaborado en base a versos de medida irregular,
puede observar las acentuaciones básicas en las sílabas
pares (o en la impares, si mantiene esa regla), lo que le daría
un ritmo sostenido y parejo.
Otra de las críticas
que me puso en extrema rebeldía contra los "críticos
de la nueva generación", tiene que ver, precisamente, con
uno de mis sonetos,
compuesto de versos alejandrinos
y no endecasílabos.
Dichas observaciones
cuestionan la inclusión del trabajo bajo ese título
o rótulo, por considerar que la métrica no responde
a un soneto.
Es por eso que
considero necesario hacer notar la diferencia entre el soneto
clásico (el endecasílabo) y el llamado «Soneto Alejandrino»,
que se diferencia del primero porque contiene versos de 14 sílabas
y la formación de los cuartetos no necesita responder obligatoriamente
a la rima clásica (ABBA), sino que se puede emplear la
rima eslabonada en serventesio (ABAB), además de no tener
que cumplir la estricta regla de utilizar las mismas consonancias
en ambos cuartetos.
El hecho de haber
incluído en mis trabajos un soneto de los llamados alejandrinos,
no significa, de ningún modo, una excusa para escapar al
compromiso de tener que elaborar aquellos otros sonetos de los
llamados clásicos. Quienes quieran tomarse el trabajo de
buscar en mi sitio web (en la sección libros), encontrarán
también ese tipo de sonetos.
Además,
es conveniente y oportuno recordar que el soneto alejandrino ha
sido cultivado, en infinidad de ocasiones, por muchos de los grandes
maestros de la poesía universal.
Espero haber sido
lo suficientemente claro y que esta explicación me exima,
en el futuro, de tener que responder a cada cuestionamiento sobre
el tema en forma individual.
Por otra parte, no
me parece lógico ni cuerdo que alguien se empeñe
en concluir la lectura de algún trabajo que no le resulte
de su agrado. El arte de la poesía, y la literatura en
general, han sido concebidos para proporcionar placer y deleite,
y nunca deben tomarse como una obligación impuesta.
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