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Periodismo
Sección 1: Información Literaria y Notas de Archivo


Los críticos del 2000 y la formación literaria

Medida y ritmo: dos cuestiones diferentes

por Carlos Reyna


En algunas ocasiones, afortunadamente muy aisladas, he tenido la mala suerte de ser criticado por la forma y concepción de mis trabajos en lo que a poesía se refiere, volcados en los foros internacionales de literatura, en donde tengo la suerte y el honor de poder intervenir.

Dichas críticas, originadas por quienes no están realmente capacitados desde el punto de vista técnico y académico (y muchos menos especializado), vienen orientadas al tema de la interrupción abrupta del ritmo, escencial en la disposición del verso libre, observadas en algunos de mis poemas encuadrados en ese tipo.

Debo decir que algunas de esas expresiones, emanadas de quienes no portan el conocimiento ni la sensibilidad necesaria para desarrollar una crítica de ese tipo, a veces me sorprenden y en la mayoría de los casos me abruman y terminan (para ser sincero) poniéndome de mal humor, dando rienda suelta, en última instancia, a mi rebeldía contra los bien llamados (despectivamente) «críticos de la nueva escuela del 2000».

Algunas de las críticas a que me refiero, llevan expresiones como la siguiente: «Se puede comprobar que, en algunos casos, se rompe abruptamente el ritmo y, en consecuencia, la armonía estética y musical del verso, con lineas aisladas de medida un poco inferior al resto del poema».

Todo esto me pone finalmente en la obligación de ahondar en el tema, a fin de despejar las dudas que puedan tener al respecto los "instruídos" y los neófitos en la materia.

Cuando se habla de verso libre —como el rótulo lo sugiere— no existe la obligación de cumplir con la estricta regla de observar la medida —como en el caso del verso clásico, de medida y rima obligada—, aunque sí es necesario —y hasta imprescindible, diría yo— observar la continuidad del ritmo. En caso contrario, no existirían diferencias apreciables entre el verso y la prosa, ya que el verso sin ritmo se convertiría entonces en prosa disfrazada de verso.

Por otro lado, tampoco es cierto que la medida de los versos tenga que ser pareja para que no rompa el ritmo. Cuando se habla de ritmo, lo que importa es observar una sola y simple regla, infaltable en este caso: la acentuación. Y no tiene nada que ver con ello el uso obligado de la métrica, ya que ésta no establece ni garantiza el buen empleo de la acentuación en un verso.

Es así como un poema compuesto de versos endecasílabos (un soneto, por ejemplo) puede tener ausentes las acentuaciones en la cuarta, sexta u octaba sílabas, cayendo estas en cualquiera de las sílabas impares, lo que lo dejaría falto de ritmo (aunque observara su medida), y por lo tanto imperfecto, ya que un soneto debe cumplir, obligatoriamente, todas estas reglas.

Por otro parte, un poema libre, elaborado en base a versos de medida irregular, puede observar las acentuaciones básicas en las sílabas pares (o en la impares, si mantiene esa regla), lo que le daría un ritmo sostenido y parejo.

Otra de las críticas que me puso en extrema rebeldía contra los "críticos de la nueva generación", tiene que ver, precisamente, con uno de mis sonetos, compuesto de versos alejandrinos y no endecasílabos.

Dichas observaciones cuestionan la inclusión del trabajo bajo ese título o rótulo, por considerar que la métrica no responde a un soneto.

Es por eso que considero necesario hacer notar la diferencia entre el soneto clásico (el endecasílabo) y el llamado «Soneto Alejandrino», que se diferencia del primero porque contiene versos de 14 sílabas y la formación de los cuartetos no necesita responder obligatoriamente a la rima clásica (ABBA), sino que se puede emplear la rima eslabonada en serventesio (ABAB), además de no tener que cumplir la estricta regla de utilizar las mismas consonancias en ambos cuartetos.

El hecho de haber incluído en mis trabajos un soneto de los llamados alejandrinos, no significa, de ningún modo, una excusa para escapar al compromiso de tener que elaborar aquellos otros sonetos de los llamados clásicos. Quienes quieran tomarse el trabajo de buscar en mi sitio web (en la sección libros), encontrarán también ese tipo de sonetos.

Además, es conveniente y oportuno recordar que el soneto alejandrino ha sido cultivado, en infinidad de ocasiones, por muchos de los grandes maestros de la poesía universal.

Espero haber sido lo suficientemente claro y que esta explicación me exima, en el futuro, de tener que responder a cada cuestionamiento sobre el tema en forma individual.

Por otra parte, no me parece lógico ni cuerdo que alguien se empeñe en concluir la lectura de algún trabajo que no le resulte de su agrado. El arte de la poesía, y la literatura en general, han sido concebidos para proporcionar placer y deleite, y nunca deben tomarse como una obligación impuesta.

 

Buenos Aires, diciembre de 2002

(Nota original publicada en el diario «El Oeste», de Mercedes, Buenos Aires)

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