Lo
encontramos en la esquina de Pueyrredón y Santa Fe, sentado
en la mesa de un bar y en la sola compañia de una tasa
de café y sus inseparables compañeras de todos los
días: esas hojitas llenas de pentagramas, que
los músicos insisten en llamar con el nombre de «partituras»
y que para el común de los mortales carece de significado
alguno.
Absorto en su trabajo, como
nos pareció entonces, no creímos oportuno interrumpirlo,
de manera que decidimos esperar hasta que él se diera cuenta
de nuestra presencia.
No tardó mucho, por cierto, en levantar la vista y descubrirnos,
señal que indicaba el fin de su labor. La pregunta surgió
sola, quizá más a título de curiosidad que
otra cosa, y la respuesta no se hizo esperar:
—Estaba revisando
unos arreglos para orquesta sinfónica, que acabo de hacer
en estos días. De paso mataba el tiempo, porque me falta
una hora para encontrarme con el representante de una compañía
grabadora por el tema del disco que grabé en Estados Unidos.
—¿Qué grabaste en Estados
Unidos?
—Se trata de un larga duración de música netamente
argentina (aunque los tradicionalistas no crean lo mismo) y está
compuesto por una mezcla de ritmos que alternan desde tango y
milonga hasta chacarera.
—¿No es una mezcla un tanto inusual?
—Sí, desde luego. Justamente lo que yo busco es salir de
los convencionalismos y eliminar todo lo que esté trillado,
para lograr formas nuevas, ya que la música de Jorge López
Ruiz siempre tendió a evolucionar, y pienso que al público
norteamericano y a los mismos músicos que me acompañaron
esto los atrapó en cierta medida, dado que el flautista
Steig y otros que no tenían pensado intervenir, se unieron
a la grabación en forma espontanea cuando escucharon mi
música.
—¿Quiénes te acompañaron
en la grabación, aparte de Steig?
—Me acompañaron el baterista Carlos Lapouble y los pianistas
Carlos Franzetti y Jorge Dalto, músicos argentinos actualmente
radicados allí. Intervinieron también algunos músicos
norteamericanos como Lew Solofft (trompeta), Antony Jackson (bajo
eléctrico), Ray Barreto (percusión latina), Fred
Lipsius (saxo tenor), Eddie Gomez (bajo) y el ya mencionado Jeremy
Steig en flauta. Estos dos últimos son ampliamente conocidos
allí a través de sus grabaciones con Bill Evans,
mientras que Lipsius es una figura de fama del grupo Jazz-Rock
«Blood Sweat and Tears».
—¿Es posible que el disco llegue
hasta nosotros, o se quedará en Estados Unidos?
—Está prevista su distribución en E. Unidos y en
el mes de abril estará en la Argentina.
—¿Es tu primera incursión
en un país extranjero?
—No, algunos de mis discos anteriores se han difundido en E. Unidos
con buena acogida, aunque ésta es la primera vez que mi
música despierta una reacción tan cálida
y franca entre norteamericanos.
—¿Cuándo hiciste tu primera
grabación allí y qué diferencia apreciable
hay con la actual?
—Bueno, en realidad mi primer disco se editó allí
en el año 1976, pero se trataba de una grabación
hecha con anterioridad aquí en el país (precisamente
en el año '69) y, además, era netamente de jazz.
Por lo tanto no se puede comparar con lo que hice ahora, que fue
justamente introducir música argentina en un país
donde no se la conoce y con el apoyo de músicos de ese
país, para los cuales fue realmente una nueva experiencia.
—Dado que tu música (que
ya podríamos llamarla nuestra) ha despertado tanta expectativa
allí, ¿no has pensado sacarle provecho haciendo recitales
en ese país?
—Si, es posible que vuelva a viajar para reunirme con los mismos
músicos que me acompañaron, y pienso que la producción
de mi disco puede ser el primer paso para entrar al mercado norteamericano
con música nuestra. Pero lo que más deseo (y lo
veo factible) es hacer una temporada aquí con músicos
de Argentina y E. Unidos. Si eso se da, se lo tendré que
agradecer a Palito Ortega, que es el productor de este disco y
uno de los empresarios argentinos que están haciendo mucho
y bueno por nuestra música.
—Sin que con esto creas que pretendemos
remover tu pasado, ¿qué quedó del Jorge López
Ruiz arreglador de Sandro?
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Se queda un momento pensativo, me extiende un paquete de cigarrilos
y pide otra vuelta de café. Luego, con la firmeza de quien
dicta una sentencia, afirma:
—Mi época con Sandro es una etapa superada. No niego que
gracias a ello creció mi fama como músico, pero
el Jorge López Ruiz de hoy está para otras cosas.
Yo creo que hay una enorme diferencia entre el músico de
hace diez años y el actual. Ya no me interesa hacer arreglos
para cantantes ni soy músico de jazz, como cree la mayoría.
—¿Qué sos entonces?
—Soy un músico argentino que hace música argentina.
Si fuera músico de jazz, no habría ido a Norteamérica
a grabar música argentina; hubiera aprovechado la oportunidad
de tener a mi lado a esos "monstruos" del jazz, como Fred Lipsius
y Antony Jackson, haciendo la música de ellos. Pero como
soy músico por sobre todas las cosas, consideré
conveniente difundir lo nuestro, a despecho de los tradicionalistas
que dicen que esto no es tango ni folclore y que, por lo tanto,
no es argentino.
—Si no es tango, ni folclore,
ni argentino, ¿qué es entonces?
—¡Es argentino, por supuesto!... Es que no se dan cuenta de que
no necesariamente tiene que ser el tango tradicional o el folclore
típico. La música va evolucionando y ésta
tal vez sea una corriente nueva, pero la hicimos nosotros y, por
lo tanto, es argentina. Pero si continúan con esa absurda
teoría, tendrían que decir entonces que Piazzolla
no hace música argentina y eso sería ridículo.
—Sin embargo, Piazzolla fue y
sigue siendo cuestionado en ese aspecto, porque se dice que su
música no es tango.
—Pero es música de Buenos Aires, con sabor a Buenos Aires.
No será el tango de Gardel; no será el tango que
buscan los conservadores de nuestra tradición, pero es
nuestra música. Llamémosle entonces música
de Piazzolla, y llamémosle finalmente música argentina.
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Hace una pausa, apura su café y pide la cuenta. Consulta
su reloj (es la tercera vez que lo hace) y eso significa que,
inevitablemente, la nota llega a su fin. Creemos que el tema da
para más, pero bien cierto es aquello de que "el tiempo
es un tirano" y Jorge López Ruiz lo acaba de demostrar
fehacientemente. Nosotros presentimos que, de ahora en más,
Estados Unidos logrará atraparlo como nunca y tal vez se
lo esté robando poco a poco con el éxito que le
llega desde allí. Y aunque sabemos que él quisiera
que su éxito estuviera entre nosotros, ya la suerte está
echada y no podemos cambiarla. Entonces paremos y pensemos...
Pensemos que al cerrar esta nota aún nos queda un consuelo
y hay un lugar para el orgullo: el de saber que, una vez más,
nuestro país se verá dignamente representado —esta
vez en el campo de la música— por alguien que, en su condición
de argentino, seguirá triunfando en otro país y
tal vez piense que no es "profeta" en tierra propia, pero que
al volver de otra gira, seguramente será recibido como
lo que es: un argentino que obtiene y cosecha éxitos al
difundir nuestra música en un país vedado para muchos
de nosotros. Entonces, terminamos arribando a una sola conclusión:
Jorge López Ruiz, aunque no lo crean, ¡es "profeta" en
tierra propia!...
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